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SALUD PEDIÁTRICA


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Hábitos para prevenir la obesidad desde los 1.000 primeros días

Fuente: -Asociación Española de Pediatría y Atención Primaria
            -Dr. Andrés Ramón Samper Rueda

LA OBESIDAD: Un problema de salud pública crucial

En los países mediterráneos la obesidad ha alcanzado niveles epidémicos. Por lo tanto, su prevención se ha convertido en una problemática crucial.
Varios estudios han demostrado que el entorno, desde la concepción y durante la primera infancia, puede tener un impacto en la salud futura del niño, y la nutrición desempeña un papel especialmente importante. Los 1.000 primeros días de vida, que comienzan con el embarazo de la madre hasta los dos años del niño, ofrecen un abanico de oportunidades clave para la prevención de la obesidad. 
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1. BUENOS HÁBITOS ALIMENTARIOS PARA AMBOS PADRES
 
Los comportamientos higiénico-dietéticos de ambos padres pueden influir en el desarrollo del niño y contribuir a la reducción del riesgo de una obesidad futura. Una alimentación equilibrada con aportes adaptados en materia grasa y que favorezcan el consumo de frutas y verduras es recomendable para el padre y la madre durante el periodo de concepción y para la madre durante el embarazo. Además, se recomienda una pérdida de peso antes del comienzo del embarazo a aquellas mujeres con sobrepeso o con problemas de obesidad.
 
 
2. CONTROLES ESTATUROPONDERALES SISTEMATIZADOS DURANTE EL EMBARAZO Y LA PRIMERA INFANCIA

Estas medidas son cruciales antes y durante el embarazo, así como durante la primera infancia.
Antes y durante el embarazo, para la madre, el índice de masa corporal (IMC), el aumento de peso y las características placentarias (peso, talla) son indicadores predictivos relevantes del riesgo de una obesidad futura.
Durante los primeros meses de vida deben medirse el peso, la longitud, así como el perímetro craneal del niño. A partir del año y en lo sucesivo, la medida y el seguimiento del crecimiento y del IMC permiten sobre todo anticipar la aparición de un rebote adipositario precoz, indicador de un riesgo elevado de obesidad futura, y corregir la alimentación si fuera necesario.
 
3. LA LECHE MATERNA, EL ALIMENTO IDEAL
 
La lactancia puede desempeñar un papel en la prevención de la obesidad. Por ello, se recomienda una lactancia materna exclusiva hasta los seis meses. En los casos en los que no sea posible, se deberá dar una leche para lactante ya que aporta suficiente materia grasa de calidad y permite evitar el exceso de proteínas, de conformidad con la normativa.
 
4. UN INICIO DE DIVERSIFICACIÓN ALREDEDOR DE LOS 6 MESES
 
Como complemento a la lactancia materna, un inicio de diversificación alrededor de los 6 meses (nunca antes de los 4 meses), de forma suave y progresiva, permite que el niño descubra nuevos sabores y le ayuda a construir, de la mejor manera posible, su repertorio alimentario presente y futuro. Hasta el año, la leche materna o una leche de continuación deberá ser la base nutricional.
 
5. FRUTAS Y VERDURAS VARIADAS
 
Los hábitos alimentarios adquiridos desde la primera infancia se mantienen a lo largo de la vida, por ello, es importante ofrecer al niño, durante la diversificación, una alimentación sana y equilibrada, que incluirá progresivamente todos los grupos de alimentos, favoreciendo las frutas y las verduras.
Alternar las frutas y verduras propuestas, diversificar en las comidas, o volver a ofrecer hasta ocho veces un alimento que al principio no le guste, son estrategias eficaces para favorecer la aceptación de las frutas y verduras desde edades tempranas.
Conviene evitar el uso de sal o azúcar/miel, así como las bebidas azucaradas (zumos de frutas, sodas, infusiones…).
 
6. RESPETAR EL APETITO DEL NIÑO
 
Los bebés saben reconocer las señales de hambre y de saciedad pero pueden perder esta facultad por influencias externas. Por consiguiente, las estrategias coercitivas deben evitarse. La cantidad de alimentos debe adaptarse al niño para satisfacer su apetito, pero una vez que esté saciado no hay que forzarle para que se acabe la comida. Los alimentos no debe utilizarse como recompensa, ni como castigo.
 
7. UN CONSUMO DE PROTEÍNAS ANIMALES CONTROLADO
 
Numerosos estudios sostienen una recomendación que tiende a limitar el consumo de proteínas animales durante la primera infancia con el fin de reducir el riesgo de aparición de un rebote adipositario precoz.
La “leche de crecimiento” (bebida lacteada para niños de corta edad) se desarrolla de forma específica para responder a las necesidades del niño después del año. Es más rica en hierro y en ácidos grasos esenciales, y menos rica en proteínas que la leche de vaca.
 
8. MATERIAS GRASAS ADAPTADAS
 
La restricción del consumo de materias grasas durante la primera infancia parece aumentar la susceptibilidad futura al sobrepeso. Por consiguiente, hay que asegurar un consumo suficiente de materias grasas sobre todo fuentes de ácidos grasos esenciales. De esta forma, los productos lácteos bajos en materias grasas (llamados “light”) no son adecuados de forma general para los niños de corta edad.
 
9. ALIMENTACIÓN ADAPTADA Y EN EL ENTORNO FAMILIAR
 
Los padres son un modelo en la alimentación de su hijo. Por ello, las comidas, incluido el desayuno deben ser un momento de placer compartido en familia, siempre respetando las necesidades nutritivas específicas del niño. Por otro lado, es conveniente apagar la televisión y otros aparatos durante las comidas.
 
10. ACTIVIDAD FÍSICA Y SUFICIENTES HORAS DE SUEÑO
 
Numerosos estudios han demostrado el papel del entorno y de los factores psicosociales en la prevención de la obesidad. Actuaciones preventivas que hagan que los niños gasten energías y fomentar una actividad física son beneficiosos para la prevención de la obesidad pediátrica y la obesidad futura. Asimismo, un niño debe dormir lo suficiente ya que un sueño de una duración demasiado corta ha sido identificado como un factor de riesgo de obesidad durante la infancia y la edad adulta.
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